El agresor: Su papel se detecta fácilmente ya que es la persona o
personas que agreden. Se caracteriza por la impulsividad y la necesidad de
dominar a los demás. Los agresores pueden ser hombres y mujeres. En el caso de
los agresores varones, éstos comenten más agresiones físicas y violentas (Olwues,
1998; Ortega, 1994), mientras que el caso de las mujeres, estas suelen ser más
sutiles y menos evidentes por lo que utilizan más la discriminación,
humillación y aislamiento como formas de acoso. Olweus propone dos tipos de
agresor: el activo y el social-indirecto (1998). El agresor activo es aquel que
establece relaciones directas con su víctima y lo agrede personalmente.
Mientras que el agresor social-indirecto es aquel que, por medio de la
disuasión, dirige e induce el comportamiento de sus seguidores a actos de
violencia y persecución. Adicionalmente a estos tipos, se plantea otro tipo de
agresor, denominado agresor pasivo, el cual participa como seguidor o secuaz
del agresor sin actuar directamente en la agresión.
La víctima: ésta presenta una fuerza física menor que la del resto del
grupo, lo que implica que sean blanco de los agresores. Se pueden distinguir
dos clases de víctimas: la activa o provocativa, es decir aquella que presenta
rasgos ansiosos y reacciones agresivas de modo que el agresor se “justifica”
para llevar a cabo sus agresiones; y la pasiva, que se caracteriza por ser
insegura y sobrellevar en silencio los maltratos del agresor (Cabezas y Monge,
2007, pág. 137).
Los espectadores: éstos no participan directamente en la agresión, sin
embargo se “divierten” ante las situaciones
que viven sus compañeros, si bien no los agreden directamente, tampoco los
defienden ni delatan a los agresores por el temor de convertirse en las nuevas
víctimas (Ibídem). Los espectadores son los participantes que presenta mayor
complicación, por darse en ellos un hecho de complicidad, lo cual les puede
generar sentimientos de tristeza, miedo y enojo.
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