domingo, 27 de abril de 2014

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES IZTACALA

DIVISIÓN DEL SISTEMA UNIVERSIDAD ABIERTA Y A DISTANCIA

LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA

MÓDULO 607: PSICOLOGÍA TEÓRICA II. DESARROLLO HUMANO. EL CICLO VITAL.
6to. SEMESTRE

ACTIVIDAD 6: “ELABORACIÓN DE UN CASO”

TUTOR: MTRO. JOSÉ MANUEL MEZA CANO

ALUMNOS: DALIA BERENICE ROMERO RANGEL
ERNESTO GERMÁN LARIOS MATUK

Grupo: 9631


27/abril/2014


Violencia, conductas agresivas y agresión entre iguales

¿Qué se entiende por violencia?, y ¿por conducta agresiva? ¿Cuándo una conducta se puede considerar agresiva?, ¿Estas conductas son interpretadas de la misma manera por alumnos que por profesores?

De acuerdo con Cobo y Tello (2008), la violencia puede tener dos connotaciones ambivalentes. La primera, positiva ligada con aquellos actos agresivos para la supervivencia como pueden ser el empuje o el arrojo. La segunda connotación es negativa y se liga a aquellos actos violentos que atentan contra la supervivencia del ser humano.

La UNICEF (2006), tomando como sustento la Convención sobre los Derechos del Niño, define a la violencia es el uso deliberado de fuerza o poderío físico, real o en forma de amenaza, que tenga, o pueda tener como resultado, lesiones, daños psicológicos, un desarrollo deficiente, privaciones o incluso la muerte.

La violencia puede ser tangible o intangible. La violencia tangible se concretiza en maltratos, golpes, violaciones, etcétera, mientras que la intangible implica lesiones no visibles que dejan marca en la vida emocional de la persona. Adicionalmente, la falta de atención y oportunidad se considera también una acción violenta (UNICEF, 2006).

Por otra parte, la conducta agresiva se relaciona con el daño intencional que se infringe a otras personas. Anderson y Bushman (2002), plantean una definición en la que, además de contemplar la intención de ocasionar daño, incluyen dos requisitos: que el agresor crea que infringirá un daño (para excluir los casos en que el sujeto desconoce el efecto de sus acciones) y que suponga que el receptor querrá evitarlo. Siguiendo a Chaux (2003), son tres los tipos de conductas agresivas: física, verbal o relacional, entendiéndose esta última como el propósito de dañar el estatus, la reputación o las relaciones de otra persona.

Siguiendo a Cerezo (2007), la conducta agresiva se asocia tanto a diferentes momentos evolutivos del sujeto, como a factores biológicos y de personalidad, sin olvidar el papel que juega el entorno social. El modelo social que proporciona la familia, el apoyo o rechazo que experimenta cada individuo en su grupo de pares, la red de relaciones que se genera en cada grupo social, ejerce una influencia directa sobre el comportamiento de manera que el grupo, en mayor medida, favorece y refuerza este tipo de conductas.

Las relaciones entre iguales en contextos escolares son uno de los factores a destacar en la contribución a la violencia escolar, dado que los pares proporcionan un contexto de aprendizaje y de desarrollo de habilidades para las relaciones interpersonales


Desde un punto de vista psicoevolutivo, la calidad de las relaciones interpersonales se configuran como un factor de ajuste psicológico y social, así como un motor del desarrollo que favorecen, practican y perfeccionan habilidades, actitudes, comportamientos y conocimientos difícilmente se alcanzarían sin la interacción directa de niños con sus pares (Hartup, 1983; citado por Sánchez, Ortega y Menesini, 2012). La investigación ha demostrado que algunos niños se encuentran con muchas dificultades en sus relaciones interpersonales durante su vida escolar; dificultades que al no ser detectadas e intervenidas eficazmente minimizan significativamente el impacto positivo de las relaciones interpersonales en el desarrollo social y personal (Sánchez, Ortega y Menesini, 2012).

El Bullying



El estudio de las prácticas violentas entre iguales inicia en Noruega en el año de 1973 con los trabajos de Olweus con la consecuente implementación de una campaña de reflexión y prevención de estos hechos. A la par, en Suecia se llevaron a cabo investigaciones nacionales sobre el consumo de sustancias y situaciones de agresión entre estudiantes de enseñanza media. Por su parte, en Estados Unidos, desde la década de los setentas, se avanza en investigaciones sobre conductas agresivas (Muñoz y Rosales, 2010).

El acoso escolar es un fenómeno social, que de acuerdo con Cabezas y Monge (2007), desde los años setenta se ha venido estudiando, sin embargo, es a finales de los ochenta y principios de los noventa cuando su estudio comenzó atraer la atención.

En palabras de Delars (1994, citado en el manual “Escuelas Aprendiendo a convivir, editado por el Gobierno del Distrito Federal”), la escuela no debe ser únicamente un espacio en el que se adquieran conocimientos, sino también un lugar donde se adquiera una formación integral mediante la cual se fomenten habilidades y valores para el completo derecho del desarrollo de la personalidad humana y el sentido de su dignidad; un espacio en que se promueva la completa convivencia pacífica entre todos los miembros de la comunidad; enfocado hacia el desarrollo de niños y jóvenes.

Por otra parte, siguiendo a Delars, éste señala que el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia o UNICEF establece que la educación a lo largo de la vida se centra en cuatro pilares básicos:

a)    Aprender a conocer.
b)    Aprender a hacer
c)    Aprender a convivir
d)    Aprender a ser
Con lo anterior se fomenta la paz, armonía, buena convivencia escolar y promoción de los derechos de niños y jóvenes de nuestro país.

Se señala también, que la escuela no es la única a la que le compete la educación, ya que también los otros contextos bajo los cuales se desarrollan los individuos juegan un papel importante en el desarrollo de habilidades y valores que se ven reflejados posteriormente en la sociedad (Delars, 1994, citado en el manual “Escuelas Aprendiendo a convivir, editado por el Gobierno del Distrito Federal”).

El Bullying o acoso es el término que se utiliza para designar al comportamiento de los que maltratan sistemáticamente a otros seres humanos, mediante abuso de fuerza, de autoridad o de superioridad social e intelectual. El término inglés deriva de bully que significa “abusón” o “matón”. Como tal, el Bullying no es fenómeno que aplique solamente a un extracto de la población, los niños, ni se restringe a un contexto específico, la escuela. El término se aplica en todos aquellos casos en los que se maltrata a otros, niños o adultos incluyendo al propio cónyuge o pareja.

Con la finalidad de acotar la investigación, se partirá de una definición operativa del Bullying restringida a niños o adolescentes en el ámbito escolar. Siguiendo a Olweus (1993, citado en Cabezas y Monge, 2007, pág. 136), el Bullying se define como “una situación de acoso e intimidación, donde un alumno es agredido o se convierte en víctima cuando se encuentra expuesto, de forma repetida durante un tiempo, a acciones negativas que lleva a cabo otro alumno o varios de ellos”.

Independientemente de las formas de agresión que se utilicen, las principales características que, de acuerdo con Olweus, definen al Bullying son tres: intencionalidad, persistencia en el tiempo y abuso de poder. Desde esta perspectiva, el Bullying refleja conductas de intimidación, dominación y maltrato entre escolares las cuales se llevan a cabo de forma constante y repetitiva a lo largo de un tiempo determinado, pudiendo durar semanas, meses o incluso años. Esta conducta tiene la particularidad de presentarse la mayoría de las veces en la ausencia de adultos y su principal intención es humillar y someter a una persona considerada más débil e indefensa (víctima), por parte de aquel que es más dominante, agresivo e incluso violento a quien se le llama bully, es decir valentón, agresor, acosador o abusador. Como la intensión principal es humillar, el acoso escolar es una actividad consciente, deliberada y hostil.

De acuerdo con Voors (2005), los criterios necesarios para hablar de Bullying son:


  • Se trata de un comportamiento agresivo. 
  • El agresor tiene la clara intención de agredir a quien ha elegido como víctima. El Bullying no es resultado de la casualidad ni tampoco es accidental. El Bullying es resultado de una acción intencional. 
  • La víctima siempre recibe daño emocional, que además puede manifestarse de manera física. 
  • El Bullying es el resultado de una serie de agresiones que persisten durante varios días, semanas o meses. Por ello debe distinguirse el Bullying de cualquier otro tipo de agresiones asiladas. 
  • El abuso de poder de un individuo sobre otro es un aspecto inherente al acoso y maltrato. El agresor actúa contra su víctima porque sabe que está a su merced ya sea porque es físicamente más débil, o porque es el blanco de las burlas del grupo, porque es inseguro, etcétera.
  • El agresor actúa violentamente contra su víctima sin que exista una provocación por parte de ésta. 
  • El acoso y las agresiones pueden ser ejercidos por uno o varios agresores. 
  • Como se trata de una agresión abusiva y planeada ex profeso, a la víctima le resulta prácticamente imposible defenderse por sí misma pues no sólo no hay igualdad de fuerzas entre agresor y víctima, sino que además la víctima vive más temor a medida que las agresiones aumentan. 
  • La diferencia entre edades no debe ser mayor a 3 años: si es así se estará ante una situación de abuso, pero no de Bullying.

Tipos de Bullying



De acuerdo con Voors (2005), las conductas que comprenden al Bullying o acoso escolar se clasifican en tres categorías: acoso físico, acoso verbal y acoso relacional. El acoso físico es el más fácil de identificar ya que implica formas explícitas de maltrato tales como patadas, empujones, golpes con las manos, escupitajos, jalones de cabello, mordiscos o encerrar al alumno en el salón echando llave por fuera. Conforme los alumnos crecen y se hacen adolescentes, el maltrato se hace más violento y se incorpora el elemento sexual. Se hacen más comunes acciones humillantes como por ejemplo tocamientos, bajarle los pantalones a la víctima cuando se encuentra distraída y meterle la cabeza en la taza del inodoro y tirar de la palanca.

El acoso verbal es una forma poderosa y dañina de maltrato emocional cuya intención es la de afectar negativamente a la víctima, además de que nunca es banal, ni ingenioso, ni divertido. Entre las distintas conductas de acoso verbal se tienen a las amenazas verbales, los insultos, las burlas crueles acerca de la vestimenta, el aspecto físico, la raza o el origen étnico. De los ejemplos anteriores, el insulto es la forma más frecuente de acoso verbal, el cual tiende a empeorar con la edad. Por otra parte, el acoso verbal es el que tiene mayor probabilidad de salir impune ya que es rápido en su ejecución, puede revestir formas sutiles y en caso de detectarse, el abusador puede argumentar que son “bromas” (Voors, 2005).

El acoso relacional es un tipo de acoso con el cual se excluye del círculo social o de amigos a un alumno al que se rechaza y aísla. Esta exclusión puede ser devastadora para la autoestima del alumno afectado. Otra forma de acoso relacional es el rumor, el cual consiste en difundir habladurías maliciosas o calumnias. Se diferencia del acoso verbal en que con este se hiere directamente a la víctima, mientras que con el rumor se ofende de manera indirecta y anónima en la mayoría de los casos (Voors, 2005).

Por su parte, Avilés (2006, citado por Cabezas y Monge, 2007, pág. 136), elabora una clasificación de los distintos tipos de maltrato retomando los elementos propuestos por Voors, separando en una categoría los maltratos de tipo psicológico:

a)    Maltrato físico: aquél que se manifiesta a través de empujones, patadas, puñetazos y pellizcos. Este tipo de maltrato, considera suele ser más común en alumnos de educación primaria.

b)    Maltrato verbal: aquél que se relaciona con insultos, burlas, rumores o apodos humillantes.

c)    Maltrato psicológico: aquellas acciones que tienden a bajar la autoestima del sujeto, fomentando sentimientos de inseguridad y temor.

d)    Maltrato social: aquél que pretende aislar al sujeto del resto del grupo, manipulando a los demás miembros del grupo para que participen en dicho maltrato.

A las categorías o tipos señalados por Voors y Avilés, Cobo y Tello (2008) agregan otras dos más: la gesticular y el cyberbullying. El Bullying gesticular consiste en miradas, señalas obscenas o gestos desagradables, realizadas a espaldas de profesores o personas mayores, con la finalidad de reforzar a otro tipo de agresiones, así como de mantener viva la situación de amenaza. Respecto al Cyberbullying, es un tipo de maltrato llevado a cabo en el anonimato, ya sea en Internet o teléfono celular. Consiste en la realización de llamadas o mensajes de texto que tienen la finalidad de amenazar, ridiculizar o difamar.



Factores que propician o limitan la presencia del Bullying

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la violencia en l
as instituciones educativas es de tipo social.

Desde esta perspectiva social, son varios los factores que influyen para que exista el Bullying en las escuelas. Estos factores se pueden circunscribir a distintos ámbitos, entre los que se cuenta: ámbito familiar, social, personal y escolar.

Por lo que respecta al ámbito familiar, la estructura y dinámica de la familia, los estilos educativos de los padres y las relaciones con los hermanos son aspectos fundamentales a tener en cuenta ya que pueden constituirse en factores de riesgo para que los niños se conviertan en agresores o víctimas en relación con sus iguales. De acuerdo con Olweus (1998), la actitud emotiva de los padres o persona a cargo del niño, el grado de permisividad de los padres ante la conducta agresiva y los métodos de afirmación de la autoridad son factores que, a su juicio, son decisivos y conducentes al desarrollo de un modelo de reacción agresiva.



En el ámbito social, los factores sociales y culturales implicados en la conducta violenta infantil comprenden a los medios de comunicación, especialmente la televisión al convertirse en un contexto educativo informal de enorme importancia en el desarrollo del aprendizaje de los niños, a los servicios sociales, jurídicos o policiales los cuales juegan un papel importante en la prevención del abuso, sin olvidar la valoración que se tenga del poder, del dinero, del éxito, de los bienes de consumo, la glorificación del machismo con el ensalzamiento de la masculinidad, o la violencia como herramienta de uso corriente en la resolución de conflictos. Todos estos factores generan un clima de tensión estructural que ayuda a mantener los modelos de conductas agresivas (Muñoz y Rosales, 2010).

En el ámbito personal, las características personales de ciertos sujetos pueden ser factores de riesgo para que, en determinadas condiciones, los agresores se comporten de forma violenta con sus compañeros (Olweus, 1998). Para el director del Centro Reina Sofía de Valencia para el Estudio de la Violencia, José Sanmartín, los rasgos individuales del joven agresivo son la baja autoestima, el maltrato infantil, la crianza autoritaria o negligente y la impulsividad.

En el ámbito escolar son varios los factores que inciden en el fenómeno del Bullying, entre ellos: se habla del tamaño de la escuela, por cuanto existe menor control físico si el centro escolar es mayor; de la existencia o no de normas de conducta establecidas; de la existencia y conocimiento de un código de pautas de actuación concretas y el proceso que se desencadena cuando se incumple ese código; de la existencia o falta de un modelo participativo en la comunidad educativa; de un sistema disciplinario inconsistente, ambiguo o extremadamente rígido; de las actitudes del profesorado frente a las situaciones de intimidación y victimización (Muñoz y Rosales, 2010). En contraparte, no es de mayor relevancia si la escuela es pública o privada, ya que el Bullying puede darse en cualquier tipo de escuela.

De acuerdo con Loredo, Perea y López (2008), hay elementos que se pueden considerar como favorecedores de la génesis o no del fenómeno; entre ellos se mencionan a los siguientes: la familia, los iguales, la escuela, la comunidad y los factores individuales; de los factores anteriormente señalados, el mismo autor considera que cuatro de ellos atañen a situaciones o contextos sociales, mientras que solamente uno es de índole personal.

El resultado de la estructura y funcionamiento del núcleo social más importante del individuo, la familia, incide directamente en su comportamiento para sí mismo y para otros. La convivencia, la afinidad en valores y pensamientos y el sentido de pertenencia con los pares influyen en la conducta del niño y adolescente. El liderazgo ejercido por alguno o varios de ellos, define mayormente la conducta del grupo. La escuela es otro ambiente de convivencia social para niños y jóvenes. Si ésta caracterizada por ser un ambiente sin contención, encaminará a los niños y adolescentes hacia una convivencia hostil. La comunidad les proporciona a niños y jóvenes un soporte y un capital social. Si en ella se manifiestan niveles de violencia en términos de homicidios, delincuencia y otras expresiones de enfermedad social, el riesgo de que esta violencia se replique en los demás contextos sociales es mayor (Loredo, Perea y López, 2008).

Por otra parte, los factores individuales son características que definen la susceptibilidad de ejercer o sufrir violencia. El nivel de adaptabilidad que cada niño o adolescente tiene, determina la capacidad de análisis, interpretación y respuesta que tendrá en la adversidad o bien, en las experiencias positivas a lo largo de su vida. (Loredo, Perea y López, 2008)

En otro orden de ideas, Ortega (2004), señala que la violencia entre iguales se ve favorecida tanto por el asilamiento en el que se desenvuelve el propio sistema de compañeros, como en la tolerancia del entorno inmediato. Ortega (1998) plantea que son dos las leyes que posibilitan que se mantenga el Bullying: la ley del silencio y la ley del dominio-sumisión. Según la ley del silencio, las personas implicadas (agresor, víctima y principalmente los espectadores), directa o indirectamente tienden a mantener en silencio lo que está sucediendo lo que dificulta que deje de ocurrir. Con el silencio, el agresor recibe una especie de consentimiento que puede interpretar como aprobación. Por su parte, la víctima se siente atacada tanto por el agresor como por sus compañeros quienes optan por la vía del silencio. El espectador al consentir e ignorar la violencia que el agresor ejerce sobre la víctima y quedarse callado, se puede interpretar como cómplice ya que su silencio puede estar dificultando la intervención del profesorado o las familias y finalizar la situación.

Por otra parte, el rígido esquema de dominio-sumisión que adopta a veces el modelo social en los grupos de escolares se caracteriza porque en él una persona es dominante y otra es dominada; una controla y otra es controlada; una ejerce un poder abusivo y la otra debe someterse. Se trata de una relación de prepotencia que termina conduciendo a una relación de violencia (Ortega, 1998).

De manera sintética, el fenómeno del Bullying se sustenta en dos leyes en la dinámica de las relaciones interpersonales de los iguales: la ley de dominio-sumisión y la ley del silencio: los implicados en el Bullying mantienen un vínculo en el cual uno aprende a dominar al otro y éste a ser dominado, mientras que los demás tienden a guardar silencio ante ello.

Participantes

Los participantes que intervienen en el fenómeno del Bullying son: agresor, víctima y espectadores.



El agresor: Su papel se detecta fácilmente ya que es la persona o personas que agreden. Se caracteriza por la impulsividad y la necesidad de dominar a los demás. Los agresores pueden ser hombres y mujeres. En el caso de los agresores varones, éstos comenten más agresiones físicas y violentas (Olwues, 1998; Ortega, 1994), mientras que el caso de las mujeres, estas suelen ser más sutiles y menos evidentes por lo que utilizan más la discriminación, humillación y aislamiento como formas de acoso. Olweus propone dos tipos de agresor: el activo y el social-indirecto (1998). El agresor activo es aquel que establece relaciones directas con su víctima y lo agrede personalmente. Mientras que el agresor social-indirecto es aquel que, por medio de la disuasión, dirige e induce el comportamiento de sus seguidores a actos de violencia y persecución. Adicionalmente a estos tipos, se plantea otro tipo de agresor, denominado agresor pasivo, el cual participa como seguidor o secuaz del agresor sin actuar directamente en la agresión.




La víctima: ésta presenta una fuerza física menor que la del resto del grupo, lo que implica que sean blanco de los agresores. Se pueden distinguir dos clases de víctimas: la activa o provocativa, es decir aquella que presenta rasgos ansiosos y reacciones agresivas de modo que el agresor se “justifica” para llevar a cabo sus agresiones; y la pasiva, que se caracteriza por ser insegura y sobrellevar en silencio los maltratos del agresor (Cabezas y Monge, 2007, pág. 137).


Los espectadores: éstos no participan directamente en la agresión, sin embargo se “divierten” ante las situaciones que viven sus compañeros, si bien no los agreden directamente, tampoco los defienden ni delatan a los agresores por el temor de convertirse en las nuevas víctimas (Ibídem). Los espectadores son los participantes que presenta mayor complicación, por darse en ellos un hecho de complicidad, lo cual les puede generar sentimientos de tristeza, miedo y enojo.

Perfiles psicológicos asociados

El agresor. De acuerdo con Ortega (2004), el abusador, ya sea hombre o mujer, raramente es un alumno que se destaque académicamente. Más bien es un individuo que suele estar en el grupo de los alumnos que no obtienen buenos resultados. Sin embargo goza del prestigio social de sus compañeros al tener ciertas habilidades desplegadas tales como: haber aprendido las claves para hacer daño y evitar el castigo, e, incluso ser descubierto. Siempre tiene una excusa o una explicación para justificar sus burlas, hostigamiento o persecución hacia su víctima. Evade la situación de forma virtuosa: nuca ha sido él; siempre es capaz de demostrar que otro empezó primero y que él no tuvo más remedio que intervenir; alude a que fue provocado por la víctima, etcétera.

Es cínico, simpático y adulador con los adultos. Puede argumentar que la razón de su comportamiento hacia la víctima se debe precisamente a ésta: “él se lo buscó, al venir vestido así”. Con sus profesores o adultos es gracioso lo que le permite engañarlos y mantener un muro de silencio entre su vida social con sus pares y sus relaciones directas con profesores y padres.

El agresor es un chico con personalidad problemática con rasgos tendentes a la psicopatía, ello debido, en muchas ocasiones, a experiencias previas en donde fue victimizado por adultos, criado en un clima de abandono o de inestabilidad emocional. Son chicos que sufren o han sufrido problemas de maltratos o crueldad por parte de adultos o de personas cercanas a su vida familiar.

El ámbito de su vida doméstica, en muchas de las ocasiones, es un escenario cerrado, regido por una rígida moral de lo privado. Algunos de los abusadores son chicos que son objeto de una disciplina dura que incluye el castigo físico o la permanente humillación y desprecio por parte de sus familiares.

Todo ello los convierte en agresores y víctimas; en personas que socializan a partir de una serie de actitudes y comportamientos que les dificultan comprender los sentimientos de otros, ello debido a que, a su vez, viven la experiencia cotidiana de que sus propios sentimientos son ignorados, cuando no directamente agredidos.

La víctima. Siguiendo a Ortega (2004), el alumno que es víctima de un abusador no tiene características homogéneas. Puede ser un estudiante con bueno, mediano o mal rendimiento académico. En muchas de las ocasiones tiene escasas habilidades sociales, aunque no siempre es tímido ni reservado.

Un tipo de víctima, llamada víctima provocadora, se caracteriza por ser muy interactiva lo que la lleva a implicarse en conversaciones de otros grupos sin haber sido invitada y a cometer torpezas sociales que otros evitarían. Su torpeza suele ser la excusa para que el agresor justifique su comportamiento.

Con frecuencia, las víctimas son alumnos que están bien integrados en el sistema educativo, particularmente en las relaciones con los adultos; atienden al profesor, son muy sensibles a las recompensas en cuanto a sus tareas académicas y provocan envidia y celos entre los otros.

En ocasiones, la víctima es un chico cuya debilidad social reside en no haber tenido experiencias previas de confrontación agresiva. Chicos sobreprotegidos o educados en un ambiente familiar tolerante y responsable, exhiben una gran dificultad para enfrentar retos de prepotencia y abuso. Estos chicos tienden a refugiarse en un reducido número de amigos íntimos, fuera de los cuales se sienten perdidos.

Muchas víctimas son chicos que tienen alguna deficiencia física o psíquica: chicos con dificultades de desarrollo, trastornos en su trayectoria de aprendizaje y que son objeto de programas especiales; chicos que utilizan anteojos, que tienen orejas grandes, pequeñas o desplegadas, ser obeso o muy delgado, pequeño o grande para su edad, etcétera.

Otro tipo de víctimas son las que pertenecen a grupos sociales diferenciados, como puede ser migrantes o indígenas, por ejemplo. Este tipo de violencia tiene una clara connotación racial.


Los espectadores. Según Ortega (2004), los alumnos se encuentran bien informados sobre la existencia de problemas de maltratos entre compañeros: conocen bien en qué consiste el problema, quién o quiénes son los abusadores, quién o quiénes son objetos de abuso e intimidación, dónde tienen lugar los malos tratos y hasta dónde llegan. Los alumnos que presencian estas situaciones, los espectadores, pueden resultar afectados en sus sistemas de creencias, ya que, aunque las situaciones violentas no están dirigidas contra ellas, el intercambio de afectos y sentimientos que se dan en ellas puede llegar a ser cruel y devastador. Cuando un abusador insulta, humilla, intimida o agrede a otro en presencia de terceros, sin ahorrar el espectáculo a los que miran e incluso piden su complaciente asentimiento, provoca en la mente de los espectadores un problema de disonancia moral y de culpabilidad, porque le está pidiendo que aplauda, o al menos ignore, una crueldad de que el espectador no es responsable como agente, pero sí como consentidor.

Consecuencias

La violencia entre pares tiene consecuencias en todos los actores. En el caso de las víctimas, el riesgo de sufrir daño físico, psicológico e incluso moral es considerable. La víctima, llena de temores, que intenta contener y disimular, por un sentimiento de vergüenza, suele percibir su situación causada por su propia debilidad social y su escaza capacidad para afrontar las relaciones interpersonales. Su autoestima se devalúa y su autoconcepto se deteriora, lo que la aísla cada vez más y termina afectando gravemente a su rendimiento académico (Ortega, 2004).

Algunas víctimas del maltrato de sus iguales, cuando se perciben sin recursos para salir de la situación, terminan por tomar caminos extremos: o se autolesionan gravemente llegando incluso al suicidio o bien, aprenden a ser violentos y desarrollar actitudes maltratadoras hacia los otros como una forma de sobrevivencia.



Las principales consecuencias que deja el Bullying en las víctimas son problemas de rendimiento escolar, falta de motivación, bajo interés por la escuela, alteraciones del sueño y de la alimentación, problemas en el desarrollo social, personalidad insegura, baja autoestima, altos niveles de ansiedad, problemas para entablar nuevas relaciones., trastornos psicológicos, enfermedades psicosomáticas, entre otras (Cobo y Tello, 2008).




En el caso del agresor o abusador, el fenómeno del Bullying también deja secuelas. El chico que agrede impunemente a otro se socializa con una conciencia de clandestinidad que afecta gravemente a su desarrollo sociopersonal; se va convirtiendo, poco a poco, en una persona que cree que las normas están para brincárselas y que no cumplirlas puede llegar a proporcionar un cierto prestigio social. Todo ello resulta dañino para su autoimagen y su valoración moral; así se va deteriorando su desarrollo moral y aumentando el riesgo de acercamiento a la precriminalidad, si no encuentra a tiempo elementos educativos de corrección que reconduzcan su comportamiento antisocial (Ortega, 2004).

Por su parte, los espectadores no están libres de sufrir consecuencias. El temor de llegar a ser objeto de violencia es muy negativo desde el punto de vista psicológico y moral: aprender a no implicarse, a pasar por alto los sucesos injustos y a callar ante el dolor ajeno puede ocasionar que el espectador no duerma tranquilo al saber que es inmoral lo que presencia; junto al miedo, aparece el sentimiento de culpabilidad, y es que los efectos del abuso y la violencia se extienden más allá de sus protagonistas (Ortega, 2004).

Situación actual

En el Informe Nacional sobre Violencia de Género en la Educación Básica en México (SEP, 2009), se señala que el acoso escolar se ha incrementado recientemente, de modo que es importante conocer tanto ese fenómeno como sus manifestaciones para poder desarrollar estrategias que coadyuven ya sea a su prevención o bien a una detección oportuna.

De acuerdo con el mismo informe, las características específicas del bullying son:
  •  Repetición de las conductas de acoso sobre el mismo individuo, dentro y fuera del ámbito escolar.
  •  Intención clara de molestar y humillar, sin que haya provocación previa por parte de la víctima.

Es importante mencionar que el fenómeno social bullying se observa a nivel mundial y que cada país muestra distintas características; en el Distrito Federal, éste fenómeno afecta a 3 de cada 10 niños de educación primaria, según cifras proporcionadas por UNICEF (UNICEF, 2010).

Planteamiento de la situación

CASO REAL DE BULLYING





PLANTEAMIENTO DEL CASO

El paciente, que llamaremos Carlos, es un niño de 13 años. Estudia el primer grado de secundaria, en un Colegio privado. Esta mañana al despertarlo su madre, se negó a levantarse porque ya no quería ir a la escuela. Desde pequeño, Carlos siempre fue un niño estudioso y entusiasta en cada una de sus materias y aunque desde chiquito tuvo problemas para pronunciar algunas letras como la “s” y “r”, su buen carácter siempre hizo que se llevara bien con sus compañeros. Por lo tanto su madre se mostró preocupada y buscó un momento para platicar con él. Carlos le comentó que en su salón había un compañero nuevo al que molestaban constantemente, así que en el recreo él lo había defendido de sus agresores. En el momento, los compañeros se habían alejado, pero una semana después comenzaron a molestar también a Carlos, diciendo que era “gay” y que por eso había defendido a su compañero. Las agresiones comenzaron a subir de tono, y un día al llegar al salón, había un letrero escrito en el pizarrón que decía “Me llamo Carlos y soy gay” al mismo tiempo que todo el grupo soltaba la carcajada, también cuando pasaba cerca de una de ellos lo golpeaban en la cabeza y así sucesivamente. Las agresiones verbales no paraban, al contrario, se volvían cada vez más frecuentes y ofensivas.

Después de que Carlos le contara todo a su madre, ella buscó inmediatamente ayuda psicológica y apoyo de parte de la escuela.

Propuesta de intervención

Como se ha mencionado anteriormente, el fenómeno denominado “Bullying” ha ido en aumento los últimos años. En este caso, Carlos tenía un punto a favor con el que muchos de los niños no cuentan, el apoyo o cuidado de su madre.

Primeramente es importante realizar una evaluación.

  1. Entrevista con los padres (o con la madre)
  2. Entrevista con Carlos.

Tipo de agresiones

Dónde ocurren las agresiones

Frecuencia de las agresiones

Valoración subjetiva de la gravedad de las agresiones

Sensación de seguridad

Información sobre los agresores



Es necesario llevar a cabo esta primera parte para conocer la situación por la cual acuden a la terapia y su contexto.

En segundo lugar, se llevará a cabo un análisis funcional. En esta fase, se le explica a los padres y al paciente, el origen de los síntomas y las posibilidades de intervención.

Como siguiente fase, se encuentra el tratamiento.

Es importante que tantos los padres como Carlos, sepan que el problema no está en Carlos, ni que la solución sería un posible cambio de colegio (ya que el acoso se vive dentro y fuera del mismo), sino que es necesario dar a conocer los hechos a los profesores para que el tratamiento se lleve tanto al agresor, agredido y espectadores.

Programa de intervención grupal.

  1. Reunión con tutor o profesor para explicar la situación que está viviendo Carlos dentro del grupo. 
  2. Convocar a una reunión con los padres del grupo de 1° de secundaria. Se explica la situación al alumno (sin decir nombres) para concientizar a los padres de familia. 
  3. Es importante que tanto profesores como padres trabajen conjuntamente para buscar soluciones. 
  4. Se realiza una entrevista individual a cada alumno para conocer la situación real del grupo. 
  5. Ya que los responsables del grupo y los padres conocen el problema, se puede llevar a cabo el programa “Juntos es mejor”
Participantes
Objetivos
Intervención
Autoridades escolares: director, tutores y profesores
-Total conocimiento del problema
-Evaluar la situación
-Analizar los resultados
-Trasmitir los resultados
-Implantar el programa de intervención
-Reuniones periódicas con directores y profesores
Alumnado:
Grupo de 1° de secundaria
-Sensibilizar a los alumnos
-Prevenir la violencia
-Erradicar el bullying de cualquier tipo
-Entrevistar a cada alumno
-Realizar talleres para conocer los derechos personales, las consecuencias de la violencia, el objetivo del respeto y trabajo en equipo y temas acordes.
-Entrenamiento en habilidades sociales
-Entrenamiento en resolución de problemas
-Entrevistas personalizadas para detectar violencia intrafamiliar
-Implementar una mejor vigilancia del grupo
Padres:
Padres de familia del grupo
-Concientizar a los padres con el problema
-Taller de escuela para padres
-Taller interactivo entre padres e hijos

Referencias bibliográficas

Anderson, C., y Bushman, B. (2002). Human aggression. Annual Review Psychology, 53, 27-51.

Cerezo, F. (2007). La violencia escolar. Propuestas para la intervención eficaz. Recuperado de: http://www.jornadasconvivenciamurcia.com/ponencias/cerezo_ramirez_fuensanta-violencia_escolar_propuestas.pdf

Cabezas, P. H. y Monge, J. I. (2007). Maltrato entre iguales en la escuela costarricense. Revista Educación, 1 (31) 135-144. Disponible en: http://www.redalyc.org/redalyc/html/440/44031109/44031109_1.html

Chaux, E. (2003). Agresión reactiva, agresión instrumental y el ciclo de violencia. Revista de Estudios Sociales, 15, 47-58.

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